miércoles, 29 de julio de 2015

Capítulo 32


Nada que perder

Rayner


Entramos en su gran despacho.


El director seguía igual de imperturbable. Como si no le afectara lo más mínimo la muerte de su hijo. Estévez me había asegurado que él sí sabía que Monroe era el hijo del director pero que casi nadie más en la orden tenía constancia de eso. Ahora yo era parte de varios secretos a pesar de no ser miembro oficial.


Aquel hombre mayor ya no tenía un aspecto amigable. Ahora parecía un hombre rudo y curtido por los años. Se acercó a la enorme estantería llena de libros y nos miró. Se tomó su tiempo para buscar las palabras exactas.


—¿No les dije que se lo dejaran a la orden?—Su tono de voz irradiaba la más absoluta decepción.—¡Monroe ha muerto por vuestra culpa!


—¡Todo habría salido bien si su hijo no hubiera sido el topo!—Dijo Estévez alzando la voz. La conversación parecía que se iba a descontrolar en cualquier momento.


—Eso es imposible. Tengo entendido que mi hijo salvó su vida, Estévez. ¿Cómo se atreve a decir algo así?—Dijo el director, intentando mantener la calma.


Me atreví a desafiarle vez más.


—Porque Monroe era el padre de Joel y de Iraida. No sabemos cómo es posible pero allí dentro escuchamos perfectamente como Iraida le decía papá.


Me ignoró completamente pero esperaba mis palabras le hubieran hecho recapacitar un poco.


—Estévez, hágame un informe de todo lo ocurrido. Hable con Arnaiz y con todos los que estuvieron allí, incluso con esa chica. Dígale a Rodríguez que le ayude.—Le ordenó. Luego me miró con condescendencia y volvió a dirigirse a Estévez para añadir:—Demuestreme que merece seguir en la orden.


Y nos echó de allí de muy malos modos.


Julen


Estaba muy arrepentido. Tenía que disculparme con todos, pero sobre todo con él. ¿Cómo había sido capaz de hablarle así a Rayner? Había tardado mucho en venir a buscarme pero lo había hecho. Me había encontrado.


Me armé de valor y me dirigí a la habitación donde sabía que se encontraba él. Llamé varias veces a la puerta pero no abría nadie, sabía perfectamente que estaba ahí porque no paraba de oír ruidos al otro lado. Era lógico que no quisiera verme pero no quise darme por vencido. Me quedé allí hasta que finalmente abrió la puerta.


—Me estaba duchando y luego me tomé un tiempo para decidir si te merecías que abriera o no.


Me dejó entrar y después de estar un rato en silencio mirándome decidió tumbarse sobre la cama. Él estaba esperando a que le pidiese perdón, que dijera algo pero yo no era de palabras, era de actos. Así que me eché sobre la cama y le agarré por la espalda con fuerza. No se podía imaginar lo mucho que le había echado de menos.


—Vi el vídeo, Julen.—Susurró.


Esperaba con todas mis fuerzas que me dijera que no había recibido nada. ¿Ahora cómo iba a decirle que el que me pegaba era Monroe?


—Siento mucho que tuvieras que ver algo así.—Le dije mientras le acariciaba la espalda.


—No fui capaz de verlo entero.—Me aseguró. En cierto modo me lo supuse.—Te juro que perdí los nervios y casi no me reconocía. Pero tenía que buscarte. Destrozando cosas no iba a hacer que volvieras a mi lado.
—No pienses en ello…


El silencio inundaba de nuevo la habitación. Él se giró y nos miramos a los ojos con las manos entrelazadas.


—Monroe ha muerto.—Le miré con los ojos muy abiertos. No podía creerlo…—No hace falta que digas nada. Yo no le tenía en muy alta estima y mucho menos después de todo lo sucedido pero...no merecía morir. Salvó a Estévez, ¿Sabes?


—Da igual. Lo hizo por su hija y lo estoy intentando entender. Quizá algún día...


—Fue él, ¿Verdad? Fue él quien te pegó—Mi silencio se le confirmó todo.


Las lágrimas me inundaron los ojos. Él me acarició la cara y me besó tan dulcemente que creí que mi corazón iba a salirse de mi pecho.


Y sin apenas darme cuenta, me dejé llevar. Mi cuerpo magullado no sentía dolor, solo sus labios recorriendo mi piel.


*  *  *


Rodríguez la intimidaba. Había estado allí plantado un par de horas sin parar de hacerle preguntas. Ella no paraba de darle vueltas a la forma de salir de allí. De engañar a aquel hombre que no paraba de atosigarla. Monroe la había estado entrenando por más de cinco años, aunque sus entrenamientos habían sido más intensos que los que solían dar en la orden. Su primer encuentro había sido muy incómodo. Ella estuvo recordando cuando él fue a casa de su abuela, preguntando por ella y como se la llevó a esa cafetería tan bella que la había fascinado desde el primer momento. Esa misma cafetería donde le había confesado que era su padre biológico y donde había enviado a Rayner para jugar con él. Allí, Monroe le contó todo acerca de la orden y de las líneas temporales… para ella era un lugar especial. Fue incapaz de creer todo de buenas a primeras pero el hombre le había traído pruebas y le había dado una razón de peso para realizar aquel descabellado proyecto.


Joel.


Salvar la vida de su hermano se convirtió en su prioridad en la vida.


Iraida se las ingenio para distraer a Rodríguez y quitarle la llave de aquel sitio. Cuando el hombre se marchó, ella se puso en acción y salió de allí lo más rápido que pudo. Buscó por todas partes. Tenía que encontrar el bolígrafo. Recordaba según las palabras de su padre, que lo cuidaba Rayner y que estaba en su poder. Así que se deslizó entre las sombras, sigilosamente como un gato. Buscando al muchacho.


Escuchó a un grupo de personas hablar sobre Julen. Las noticias y rumores se propagaban muy rápido y solo se escuchaba hablar de como había perdido los nervios en la sala de curaciones. Y que habían visto al muchacho entrar en su habitación hacía relativamente poco. Sin darse cuenta, dieron indicaciones suficientes a Iraida para encontrar esa habitación. Le preguntaría a él donde se encontraba Rayner.


Julen no podía dormir, así que se levantó de la cama, se puso una camiseta y cuando abrió la puerta se encontró a Iraida allí, frente a él, armada con un cuchillo. Ël chico se sintió intimidado y la dejó pasar. Ella cerró la puerta.


—¿Julen…?—dijo Rayner mientras se incorporaba y veía la situación. Julen se encontraba de rodillas frente a la cama e Iraida justo detrás, amenazadoramente.

Ella en cierto modo esperaba que ambos estuviesen juntos en el mismo cuarto.

—Dame el bolígrafo —Le ordenó mientras acercaba la navaja al cuello de Julen.


Él aún estaba confuso. Acababa de despertar y se encontraba con aquello. Ya no quería ver a la persona que amaba en situaciones como esa y menos por su culpa. Se armó de valor, rebuscó el bolígrafo entre sus cosas y cuando estaba a punto de entregárselo, ella bajó la guardia y él le soltó un puñetazo que hizo que cayera de espaldas al suelo. La había pillado completamente desprevenida y Julen aprovechó para tirarse encima suya y arrebatarle la navaja. Julen estaba cegado por la ira y empezó a darle puñetazos a Iraida. Rayner se asustó y tiró el bolígrafo al suelo, se abalanzó sobre él y le agarró para que dejara de pegarla.


Estévez fue con Gara a la planta baja para interrogar a Iraida. Era ya bien entrada la madrugada pero necesitaban hacerlo a esas horas, ya que era cuando menos gente estaría pendiente de ellos. Necesitaban tranquilidad. Cuando llegaron pudieron observar la puerta abierta y la habitación vacía. Ambos se miraron y sus ojos reflejaban el más absoluto terror. Iraida había escapado y Rayner estaba en peligro. Corrieron lo más rápido que pudieron.


—¡Julen basta! ¡BASTA!—Le gritó el chico. Le entró el pánico y pensó que no podría retener por más tiempo a su novio tan fuera de sí. En ese momento empezaron a dar golpes en la puerta. Eran Estévez y Gara que les gritaban desde el otro lado.


Iraida reía en el suelo. Julen no podía tranquilizarse y ella aprovechó para arrastrarse e intentar coger el bolígrafo. Rayner se dio cuenta de sus intenciones y soltó a Julen para lanzarse sobre ella y que no alcanzara aquel objeto tan valioso que podía cambiarlo todo. Estévez quería entrar a toda costa y golpeaba con fuerza la puerta. Rayner e Iraida forcejeaban en el suelo pero el chico no contó con que ella había recogido del suelo la navaja y la lanzó contra él. Tuvo reflejos suficientes para esquivar el golpe directo y la navaja solo le hizo un corte en el brazo. Ella aprovechó para levantarse y buscar un cuaderno. Gara y Estévez consiguieron entrar, destrozando la puerta de una patada. Rayner agarró del pie a Iraida mientras Julen intentaba alcanzarlos. Estévez se percató de lo que ocurría cuando un gran destello cegó a todos los presentes. Y es que nadie había podido evitar que aquella chica rubia con aspecto demacrado escribiera en el papel:

19 de Septiembre, 2007. 21:00h.

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