miércoles, 29 de julio de 2015

Capítulo 32


Nada que perder

Rayner


Entramos en su gran despacho.


El director seguía igual de imperturbable. Como si no le afectara lo más mínimo la muerte de su hijo. Estévez me había asegurado que él sí sabía que Monroe era el hijo del director pero que casi nadie más en la orden tenía constancia de eso. Ahora yo era parte de varios secretos a pesar de no ser miembro oficial.


Aquel hombre mayor ya no tenía un aspecto amigable. Ahora parecía un hombre rudo y curtido por los años. Se acercó a la enorme estantería llena de libros y nos miró. Se tomó su tiempo para buscar las palabras exactas.


—¿No les dije que se lo dejaran a la orden?—Su tono de voz irradiaba la más absoluta decepción.—¡Monroe ha muerto por vuestra culpa!


—¡Todo habría salido bien si su hijo no hubiera sido el topo!—Dijo Estévez alzando la voz. La conversación parecía que se iba a descontrolar en cualquier momento.


—Eso es imposible. Tengo entendido que mi hijo salvó su vida, Estévez. ¿Cómo se atreve a decir algo así?—Dijo el director, intentando mantener la calma.


Me atreví a desafiarle vez más.


—Porque Monroe era el padre de Joel y de Iraida. No sabemos cómo es posible pero allí dentro escuchamos perfectamente como Iraida le decía papá.


Me ignoró completamente pero esperaba mis palabras le hubieran hecho recapacitar un poco.


—Estévez, hágame un informe de todo lo ocurrido. Hable con Arnaiz y con todos los que estuvieron allí, incluso con esa chica. Dígale a Rodríguez que le ayude.—Le ordenó. Luego me miró con condescendencia y volvió a dirigirse a Estévez para añadir:—Demuestreme que merece seguir en la orden.


Y nos echó de allí de muy malos modos.


Julen


Estaba muy arrepentido. Tenía que disculparme con todos, pero sobre todo con él. ¿Cómo había sido capaz de hablarle así a Rayner? Había tardado mucho en venir a buscarme pero lo había hecho. Me había encontrado.


Me armé de valor y me dirigí a la habitación donde sabía que se encontraba él. Llamé varias veces a la puerta pero no abría nadie, sabía perfectamente que estaba ahí porque no paraba de oír ruidos al otro lado. Era lógico que no quisiera verme pero no quise darme por vencido. Me quedé allí hasta que finalmente abrió la puerta.


—Me estaba duchando y luego me tomé un tiempo para decidir si te merecías que abriera o no.


Me dejó entrar y después de estar un rato en silencio mirándome decidió tumbarse sobre la cama. Él estaba esperando a que le pidiese perdón, que dijera algo pero yo no era de palabras, era de actos. Así que me eché sobre la cama y le agarré por la espalda con fuerza. No se podía imaginar lo mucho que le había echado de menos.


—Vi el vídeo, Julen.—Susurró.


Esperaba con todas mis fuerzas que me dijera que no había recibido nada. ¿Ahora cómo iba a decirle que el que me pegaba era Monroe?


—Siento mucho que tuvieras que ver algo así.—Le dije mientras le acariciaba la espalda.


—No fui capaz de verlo entero.—Me aseguró. En cierto modo me lo supuse.—Te juro que perdí los nervios y casi no me reconocía. Pero tenía que buscarte. Destrozando cosas no iba a hacer que volvieras a mi lado.
—No pienses en ello…


El silencio inundaba de nuevo la habitación. Él se giró y nos miramos a los ojos con las manos entrelazadas.


—Monroe ha muerto.—Le miré con los ojos muy abiertos. No podía creerlo…—No hace falta que digas nada. Yo no le tenía en muy alta estima y mucho menos después de todo lo sucedido pero...no merecía morir. Salvó a Estévez, ¿Sabes?


—Da igual. Lo hizo por su hija y lo estoy intentando entender. Quizá algún día...


—Fue él, ¿Verdad? Fue él quien te pegó—Mi silencio se le confirmó todo.


Las lágrimas me inundaron los ojos. Él me acarició la cara y me besó tan dulcemente que creí que mi corazón iba a salirse de mi pecho.


Y sin apenas darme cuenta, me dejé llevar. Mi cuerpo magullado no sentía dolor, solo sus labios recorriendo mi piel.


*  *  *


Rodríguez la intimidaba. Había estado allí plantado un par de horas sin parar de hacerle preguntas. Ella no paraba de darle vueltas a la forma de salir de allí. De engañar a aquel hombre que no paraba de atosigarla. Monroe la había estado entrenando por más de cinco años, aunque sus entrenamientos habían sido más intensos que los que solían dar en la orden. Su primer encuentro había sido muy incómodo. Ella estuvo recordando cuando él fue a casa de su abuela, preguntando por ella y como se la llevó a esa cafetería tan bella que la había fascinado desde el primer momento. Esa misma cafetería donde le había confesado que era su padre biológico y donde había enviado a Rayner para jugar con él. Allí, Monroe le contó todo acerca de la orden y de las líneas temporales… para ella era un lugar especial. Fue incapaz de creer todo de buenas a primeras pero el hombre le había traído pruebas y le había dado una razón de peso para realizar aquel descabellado proyecto.


Joel.


Salvar la vida de su hermano se convirtió en su prioridad en la vida.


Iraida se las ingenio para distraer a Rodríguez y quitarle la llave de aquel sitio. Cuando el hombre se marchó, ella se puso en acción y salió de allí lo más rápido que pudo. Buscó por todas partes. Tenía que encontrar el bolígrafo. Recordaba según las palabras de su padre, que lo cuidaba Rayner y que estaba en su poder. Así que se deslizó entre las sombras, sigilosamente como un gato. Buscando al muchacho.


Escuchó a un grupo de personas hablar sobre Julen. Las noticias y rumores se propagaban muy rápido y solo se escuchaba hablar de como había perdido los nervios en la sala de curaciones. Y que habían visto al muchacho entrar en su habitación hacía relativamente poco. Sin darse cuenta, dieron indicaciones suficientes a Iraida para encontrar esa habitación. Le preguntaría a él donde se encontraba Rayner.


Julen no podía dormir, así que se levantó de la cama, se puso una camiseta y cuando abrió la puerta se encontró a Iraida allí, frente a él, armada con un cuchillo. Ël chico se sintió intimidado y la dejó pasar. Ella cerró la puerta.


—¿Julen…?—dijo Rayner mientras se incorporaba y veía la situación. Julen se encontraba de rodillas frente a la cama e Iraida justo detrás, amenazadoramente.

Ella en cierto modo esperaba que ambos estuviesen juntos en el mismo cuarto.

—Dame el bolígrafo —Le ordenó mientras acercaba la navaja al cuello de Julen.


Él aún estaba confuso. Acababa de despertar y se encontraba con aquello. Ya no quería ver a la persona que amaba en situaciones como esa y menos por su culpa. Se armó de valor, rebuscó el bolígrafo entre sus cosas y cuando estaba a punto de entregárselo, ella bajó la guardia y él le soltó un puñetazo que hizo que cayera de espaldas al suelo. La había pillado completamente desprevenida y Julen aprovechó para tirarse encima suya y arrebatarle la navaja. Julen estaba cegado por la ira y empezó a darle puñetazos a Iraida. Rayner se asustó y tiró el bolígrafo al suelo, se abalanzó sobre él y le agarró para que dejara de pegarla.


Estévez fue con Gara a la planta baja para interrogar a Iraida. Era ya bien entrada la madrugada pero necesitaban hacerlo a esas horas, ya que era cuando menos gente estaría pendiente de ellos. Necesitaban tranquilidad. Cuando llegaron pudieron observar la puerta abierta y la habitación vacía. Ambos se miraron y sus ojos reflejaban el más absoluto terror. Iraida había escapado y Rayner estaba en peligro. Corrieron lo más rápido que pudieron.


—¡Julen basta! ¡BASTA!—Le gritó el chico. Le entró el pánico y pensó que no podría retener por más tiempo a su novio tan fuera de sí. En ese momento empezaron a dar golpes en la puerta. Eran Estévez y Gara que les gritaban desde el otro lado.


Iraida reía en el suelo. Julen no podía tranquilizarse y ella aprovechó para arrastrarse e intentar coger el bolígrafo. Rayner se dio cuenta de sus intenciones y soltó a Julen para lanzarse sobre ella y que no alcanzara aquel objeto tan valioso que podía cambiarlo todo. Estévez quería entrar a toda costa y golpeaba con fuerza la puerta. Rayner e Iraida forcejeaban en el suelo pero el chico no contó con que ella había recogido del suelo la navaja y la lanzó contra él. Tuvo reflejos suficientes para esquivar el golpe directo y la navaja solo le hizo un corte en el brazo. Ella aprovechó para levantarse y buscar un cuaderno. Gara y Estévez consiguieron entrar, destrozando la puerta de una patada. Rayner agarró del pie a Iraida mientras Julen intentaba alcanzarlos. Estévez se percató de lo que ocurría cuando un gran destello cegó a todos los presentes. Y es que nadie había podido evitar que aquella chica rubia con aspecto demacrado escribiera en el papel:

19 de Septiembre, 2007. 21:00h.

lunes, 27 de julio de 2015

Capítulo 31


Todo en contra


Gara


Vi llegar a Donovan y Rayner con Monroe en volandas. Me recorrió un escalofrío y salí enseguida de la furgoneta para ayudarles.


—¿Qué es lo que ha pasado?—Grité. Monroe estaba manchado de sangre y se encontraba muy pálido. Tenía unas ojeras bastante pronunciadas.


—Ahora no hay tiempo, Gara. Abre las puertas de atrás, ¡corre!—Me apresuró Donovan.


Julen abrió la puerta corredera de la furgoneta para ver mejor lo que estaba sucediendo. Hizo un gesto para salir pero Rayner le echó una mirada escalofriante que hizo que éste se pensara dos veces moverse de su asiento. Acoplamos a Monroe como pudimos detrás y Rayner se subió y se sentó a su lado para poder presionar la herida. Donovan y yo corrimos a nuestros asientos, cerramos de un portazo y salimos de allí.


Entramos en el aparcamiento de la orden a toda prisa y cuando bajamos de la furgoneta, Donovan lanzó un disparo al aire. Todo ocurría muy rápido. Unos entraban y otros salían.


Irene, junto a dos hombres más, trajo una camilla en la que pusieron a Monroe. Julen al salir de la furgoneta se mareó y se desplomó, quedó allí tirado hasta Rayner, con la ayuda de otro de los hombres, le recogió del suelo y se encaminaron hacia el edificio. Rodríguez se llevó a Iraida.


Esperamos fuera de la sala donde estaban atendiendo a Julen. Yo no sabía lo que había sucedido pero tampoco me atrevía a preguntar. Nos encontrábamos Donovan, Rayner y yo, hechos un manojo de nervios. Sus caras reflejan incertidumbre y tristeza. Monroe se encontraba en otra sala, recuperándose de la operación. Irene nos había dicho que no tenía buena pinta. Estaba muy débil.


La vimos salir de la sala y los tres echamos a correr a su lado. Rayner había preferido que ella le examinara.


—¿Cómo está? ¿Tiene algún hueso roto? ¿Está consciente?—Hizo una pausa para pensar la pregunta. Sin duda sería algo muy duro para él— ¿Le han…le han...?


Ella contestó primero la última pregunta. Eso me inquietaba.


—No, Rayner. No han abusado de él. Tampoco tiene nada roto, solo alguna fisura en las costillas y bueno…


Se quedó callada y eso nos hizo ponernos más nerviosos. Rayner la apremió.


—Tiene las manos destrozadas. Pero ha tenido mucha suerte. Sus agresores sabían perfectamente lo que estaban haciendo incluso al realizarle las curaciones. Así que se recuperará.—Echó a caminar mientras nos decía: —Ahora tengo que ir ver a Monroe, podéis entrar si queréis. Disculpadme.


En cuanto desapareció por la esquina del pasillo, Rayner abrió la puerta y entramos en la sala.


Rayner


Julen se encontraba despierto y en cuanto nos vio se incorporó. No pude evitarlo y corrí hasta él, le rodeé con los brazos y le apreté junto a mi pecho. Julen se quejó un poco, y yo me separé.


—Lo siento, es que me duele todo el cuerpo—Se disculpó él con una sonrisa.—¿Qué es lo que ha pasado?


Estévez y yo nos dedicamos una mirada cómplice. No habíamos tenido tiempo de hablar de lo que habíamos escuchado en aquel sótano.


—Iraida disparó a Monroe.—Dijo Estévez. Gara se mantenía callada, escuchando. Ella no había estado presente en ningún momento, pero también se merecía una explicación.


—Iraida iba a disparar a Estévez pero Monroe se interpuso y recibió el disparo por él. Está muy grave. Y bueno...—Miré al suelo. No sabía cómo decir aquello. Julen sabía que Monroe era el topo pero…¿sabría por qué?


Nuestros rostros eran como un libro abierto y Julen se percató enseguida de lo que pensábamos.


—Lo sabéis, ¿Verdad?


Los tres nos miramos confusos. Su gesto cambió totalmente y se mostraba con el ceño fruncido.


—Es su padre...joder. ¡Es su padre!—Julen terminó perdiendo los nervios y acabó gritando.


—Cálmate…—Dijo Estévez. Le agarró de los brazos. Pero Julen, a pesar de tener el cuerpo dolorido, le dio un manotazo que hizo que el otro retrocediera.


—¿Cómo puedes pedir que me calme? No tenéis ni idea de lo que significa eso para mi.  


Estaba asombrado. Tenía que haber sido muy fuerte para él todo aquello, no sabíamos con exactitud lo que había pasado pero tampoco nos merecíamos que nos tratara de ese modo. Gara se acercó a él y le lanzó una bofetada.


—No pagues con otros tu frustración, Julen. Te hemos salvado, joder. ¡Al menos podrías ser un poco más agradecido!—Le reprendió ella.


Y tenía razón. Yo también había sufrido mucho y no me merecía aquello. Ni yo ni nadie.


Estévez cogió del brazo a Gara y ambos salieron de la sala. Yo me quedé allí de pie, inmóvil. Miraba a Julen con los brazos cruzados, esperando alguna disculpa o algún gesto cariñoso pero simplemente se giró y se echó en la camilla.


—No eres el único que ha sufrido. Eres muy injusto con la gente que te quiere.


No reaccionó a mis palabras y yo decidí seguir hablando.


—¿Por qué no me cuentas qué es lo que ha pasado? Quizá así logre entenderte...


—Qué vas a entender tú, ¿Eh? —Me dijo, conteniendo su tono de voz.


Simplemente me encaminé hasta la puerta y salí de allí dando un portazo. Le quería muchísimo y estaba realmente feliz de tenerle otra vez conmigo pero lo que menos necesitaba era eso. Aquello le había cambiado. En realidad lo del vídeo también me había cambiado a mí. Se había vuelto más impulsivo. Estaba lleno de ira y resentimiento y yo no había podido cumplir mi promesa de protegerle. Intentaría darle espacio.


Me encontré a Gara sentada en una silla y Estévez frente a ella, de pie. Estaban discutiendo.


—¿No te dije que te quedases en la furgoneta? ¿Para qué tuviste que arriesgarte así?—Le gritaba Estévez a Gara.


En otra ocasión me habría dado la vuelta y les habría dejado que solucionaran solos sus problemas pero lo que acababa de escuchar me cabreó aún más de lo que ya estaba.


—¿Cómo te atreves a decirle eso? Si no llega a ser por ella estaríamos muertos. Ya tenemos bastante con Julen como para aguantarte a ti también.


Se quedaron en silencio. Estevez sabía que tenía razón y me miró con tristeza. Quise olvidar el tema así que pregunté algo que me tenía muy intrigado.


—¿Qué han hecho con Iraida?


—Se encuentra en una de las habitaciones más aisladas. Está en la planta baja así que las ventanas tienen barrotes. No se que es lo que van a hacer con ella y tampoco saben que Monroe es un topo y mucho menos lo de que…


Le hice un gesto para que se callara. No quería volver a oírlo. No hablamos más en todo el tiempo hasta que Monroe despertó. Fuimos a verle porque Irene nos había dicho que quería hablar con nosotros.


No tenía buen aspecto, seguía muy pálido y con ojeras muy pronunciadas. Estaba empapado de sudor. Gara no se encontraba bien y se quedó fuera con Irene.


—Estévez...—Dijo Monroe mientras se quitaba la mascarilla.—Estévez...quiero que sepas...que has sido un hijo para mí y...no me arrepiento de haberte salvado...—Empezó a toser y le alcanzamos un pañuelo que acabó lleno de sangre.


—Eh, no te esfuerces...—Le aconsejó Estévez.


Intenté salir para llamar a Irene pero Monroe me hizo un gesto y me agarró el brazo.


—Niñato...ya no hay nada... que puedas hacer por mí. Por favor...dile a mi padre...que cuide de Iraida.


—¡No te vas a morir, maldita sea, no hables así!—gritó Estévez.


Escuchamos como la puerta se abría de golpe y aparecía el Director. Aquello no pintaba nada bien.


—¿Cómo te encuentras?


Era la primera vez que le veía tratar a alguien de tú a tú. Se le veía muy angustiado.


—Padre...lo siento. Se que hice mal...pero cuida de ella...eres su familia, intenta que...que no vaya a por su hermano...no merece...no merece la pena.


—¿De qué hablas?—Dijo el hombre mayor. El ambiente en la sala era bastante tenso.


Monroe nos echó una mirada de complicidad y vimos como ladeaba la cabeza y se quedaba inmóvil. La máquina que medía su pulso marcó una línea recta y el pitido que emitió nos lo dijo todo. Comprendimos enseguida que había perdido la vida por defender a los que amaba. Su pasado le había arruinado su presente y me dije a mi mismo que no dejaría que eso me ocurriera a mí.


No podía creer que Monroe estuviese muerto. Cuando entré en la sala tuve ganas de golpearlo por lo de Julen pero cuando vi a Estévez con ese aire de tristeza comprendí lo mucho que significaba ese hombre para él y lo duro que había tenido que ser todo aquello. En ese momento lo único que podía sentir era un enorme vacío. Era la segunda vez que veía a alguien morir y encima eran de la misma familia. Una broma de mal gusto detrás de otra.


Nos quedamos contemplando un rato más el cuerpo inerte de Monroe. Estévez estaba destrozado a pesar de todo y no le había soltado de la mano al que hasta ese momento había sido un padre para él, pero el Director le empujó para que se apartara y le cerró los ojos. El director acababa de perder a su hijo y si sufría, lo disimulaba muy bien. Ese hombre parecía hecho de hielo. No derramó una sola lágrima. Salimos de allí en silencio, el director nos hizo un gesto para que le siguiéramos.

domingo, 26 de julio de 2015

Capítulo 30


Duras consecuencias


Gara


Rayner nos había traído muy buenas noticias. No estábamos seguros de que Julen en realidad estuviese allí pero no teníamos nada más y la orden seguía sin mover un dedo para ayudarle. Nos estuvo contando que él veraneaba por esa zona pero que Joel también. Su familia tenía una casa por allí pero la vendieron cuando Joel se suicidó. Su teoría era que habían entrado en la casa y lo retenían allí. Según la información de la orden, la vivienda estaba embargada pero el director había creído conveniente mover sus hilos y recuperarla ya que todos los familiares estaban muertos menos uno y les gustaba tener todo bien atado. Si el topo terminaba siendo Monroe como había dicho Donovan. tendría sentido que estuvieran en esa casa ya que estaba deshabitada y no solían pasarse por allí. Era una propiedad más de las muchas que tenía la orden que al parecer no eran pocas. ¿De dónde sacarían tanto dinero?


Ayudamos a Donovan con las armas. Se me hacía raro llamarle por su nombre después de tanto tiempo llamándole Estévez pero era la única que le llamaba así y no lo hacía si no era a solas. Entre pistolas y navajas a Rayner no se le ocurrió otra cosa que hacerme enfadar. No quería que yo fuese pero Donovan y yo ya habíamos hecho un trato. Tampoco iba a dejarle solo, no sabíamos lo que nos íbamos a encontrar. Le tuve que amenazar con lo primero que pillé y dio la casualidad que fue una pistola y no sabía ni como usarla.


—Baja eso o tendremos un disgusto.—Me reprendió Donovan. No le gustaba que tocasen sus armas y menos alguien que no tenía ni idea.


—Yo sigo sin tener claro que ella nos acompañe...—Dijo Rayner, seguía empeñado en no dejarme ir después de todo.


—Ella se va a quedar en el coche así que cállate ya por favor. Necesito concentrarme y no me lo estáis poniendo nada fácil.—Nos regañó a los dos y nos callamos ipso facto. Ya sabíamos lo que ocurría si le cabreabamos. Aun no me había recuperado del susto que nos dio en el coche después de que Julen le tirase una piedra al faro trasero.


Cuando todo estaba listo nos bajamos al aparcamiento y allí nos esperaba Monroe. Intentó escabullirse pero Donovan le metió en una furgoneta a la fuerza. Ni siquiera entendía para qué había bajado allí si no pensaba venir. Era un hombre extraño. Quizá Donovan se equivocaba y en realidad Monroe no era el topo…


El viaje se hizo en silencio, habíamos estado varias horas planeando cómo íbamos a abordar la situación y yo no estaba muy convencida. Tenía el presentimiento de que algo iba a salir mal. Muy mal.


—Pase lo que pase, Gara… No entres—Me dijo Donovan mientras cerraba la puerta de la furgoneta.


Rayner


El plan era sencillo. Monroe entraría primero seguido de Estévez y yo les cubriría por detrás. Inspeccionariamos la casa y solo teníamos dos opciones. La primera era que si encontrábamos a Julen, sacarlo de allí en silencio y la segunda opción, que no estuviera y largarnos de allí  tan rápido como habíamos llegado. Estévez me había dicho que no me preocupara, que pasara lo que pasase él tenía experiencia en esas cosas. Que si estaba allí le sacaríamos y que si eran más de dos que saliese corriendo al coche con Gara. Me habían puesto un chaleco antibalas por si acaso, Estévez estaba tomando muchos riesgos llevándome allí y más aún cuando pensaba que Monroe era un topo. No tenía ni idea de usar armas de fuego pero me defendía bastante bien con un arco y flechas ya que me gustaba ir de vez en cuando a practicar, así que iba cargado con varias de esas y un gran arco. Desde niño era algo que me fascinaba y podría sacarle partido para ayudar a esa persona que siempre me estaba regañando y que veía bastante inútil mi hobbie.


Rodeamos la casa y forzamos la puerta trasera. Entramos en silencio pero por mas despacio que fuésemos el suelo era de madera y crujía a nuestro paso. Me estaba empezando a poner  bastante nervioso.


«La mente fría, Rayner.» Me decía una y otra vez. Me estaba costando horrores no salir corriendo por toda la casa gritando su nombre. Necesitaba encontrarle…


Cuando terminamos de inspeccionar la parte baja de la casa y nos disponíamos a subir oímos unos murmullos lejanos. Provenían del sótano. Monroe se quedó parado en medio de la escalera y no conseguía bajar. Estévez le empujó unas cuantas veces hasta que consiguió que bajase. Se puso detrás mía y le hizo un gesto al otro para que abriese la puerta. Eso inquietó a Estévez y se tiró un rato inmóvil. Finalmente abrió la puerta de golpe y…


En lo primero que pude fijarme fue en Iraida. Estaba sentada en una silla con escasa ropa, más bien parecía que estaba en lencería. Rápidamente desvié la mirada por toda la habitación, en su busca y le ví. Estaba de rodillas con las manos en alto, encadenadas. Estaba prácticamente desnudo, solo llevaba la ropa interior. Tenía los brazos cubiertos de sangre, el pelo sucio y alborotado que le caía por la cara, las manos vendadas y algún que otro moratón en el abdomen. Por un momento creí que me cegaba la ira y que iría a matar a Iraida pero ver así a Julen hizo que el alma se me rompiera en mil pedazos, más aún que cuando vi el vídeo e intenté correr hasta él.


—¡Julen!—Le grité y levantó la vista para mirarme.

Caí de rodillas junto a él y le abracé con todas mis fuerzas. Dios mio no me lo podía creer. Le tenía entre mis brazos...Estaba magullado pero vivo. Fueron unos minuto eternos, él tenía su barbilla apoyada en mi hombro y yo suspiraba en su oído. Fue como si todo al rededor nuestra se parase o desapareciera. Julen soltaba un quejido de vez en cuando pero no se atrevía a decirme que me alejara. Me sacó del trance el ruido de unos pasos que siguieron el sonido del golpe de una bofetada. Me giré y vi a Monroe justo al lado de Iraida y ésta se agarraba la cara y miraba al suelo.


—¡Te dije que le dejaras en paz! Deja de comportarte como una prostituta y no te rebajes más.


Estévez y yo nos miramos. No saliamos de nuestro asombro. ¿Le había arreado un bofetón a Iraida? Y lo mas increible ¿La había llamado prostituta?
Estévez apuntó con su arma a Iraida en un acto reflejo y Monroe enseguida sacó la suya y le apuntó a él. Si nadie los detenía pronto estaríamos en un fuego cruzado.


—Yo tenía razón… ¡Maldita sea!—Gritó Estévez.


—¿Que era lo que esperabas, Estévez?—Le dijo Monroe. Su mirada lo decía todo.


—Eres un hijo de puta. Yo te apreciaba, joder. ¡Yo te apreciaba!—se llevó la mano que tenía libre al cinturón, cogió otra pistola y le apuntó con ella.—Esperaba equivocarme contigo. Fuiste un padre para mí y ahora me haces esto…


—¿Eso era lo que hacías en vez de cuidar de mí o de mi hermano?—Replicó ella.


—No te metas, Iraida.


Podía ver cómo Estévez estaba comenzando a derrumbarse, le temblaban ligeramente las manos. Intentaba ser fuerte para sacarnos de allí con vida pero la situación resultó ser más dura de lo que habíamos pensado.


—¿Por qué? ¡Dime por qué!—Volvió a gritar Estévez.


—Simplemente coged a Julen y largaos de aquí. Por favor. No compliquemos más las cosas.


Ninguno de los dos bajaba las armas.


—¡Necesitamos el bolígrafo. no les dejes marchar con él!—Le dijo Iraida mientras se levantaba y se aferraba a él.


—Jamás—Sentenció Estévez.


Sonó un disparo y todo se tornó confuso.


Yo me aferré a Julen pero no sabía qué hacer, estaba encadenado y no tenía la llave. Estévez se distrajo un momento y eso le dio la oportunidad a Monroe para abalanzarse sobre él y desarmarle. Mientras ellos se pegaban en el suelo aproveché para acercarme a Iraida que estaba tan pendiente de la pelea como Julen. La pillé desprevenida y la inmovilicé en el suelo. Tenía que buscar la llave en sus diminutas ropas.


—Mira Julen, tu novio si que sabe lo que quiero que me hagas— Le gritó con burla.


Se notaba que Monroe la había estado entrenando en secreto porque tenía bastante destreza. Ya casi se había liberado de mi pero entonces tuve la suerte de palpar por la zona del pecho y notar algo con forma de llave. Intenté meter la mano como pude y conseguí sacarlo. Era un trozo de hierro redondeado. Me lo guardé en el bolsillo y ella aprovechó para lanzarme un puñetazo que me hizo caer de espaldas al suelo, se echó sobre mí y forcejeamos. Quería quitármela de encima para liberar a Julen pero me era imposible y Estévez no estaba mucho mejor. Pensé en lo tontos que habíamos sido dejando a Gara en el coche cuando me fijé en la puerta y vi a Gara allí plantada. Llevaba en las manos un trozo de madera bastante grande. No podía creer mi suerte. Caminó hasta nosotros y le arreó un golpe a Iraida que la dejó fuera de combate. Me levanté como pude y me dirigí hasta Julen. Saqué el trozo de hierro de mi bolsillo e intenté meterlo en el agujero que correspondía pero no era capaz. Estaba demasiado nervioso para acertar así que Gara lo hizo por mí. Cuando le liberó le agarré y pasé uno de sus brazos por mis hombros y ella hizo lo mismo con el otro para pasarlo por los suyos.


Monroe y Estévez seguían peleando en el suelo y Estévez tenía todas las de perder. Tenía que hacer algo.


—Sácalo de aquí. Llévatelo a la furgoneta...—Le ordené.


—¿Y tú?—Me dijo ella. Me miraba con impaciencia.


—Tengo que ayudar a Estévez—Le dije mientras les ayudaba a subir las escaleras del sótano. Me miró de nuevo y ahora en sus ojos se podía leer la confusión. Le hice un gesto y se llevó a Julen como pudo. Yo bajé las escaleras de nuevo y antes de asomarme escuché la voz de Monroe gritando seguida de un disparo. Me entró el pánico. No sabía que iba a encontrarme.


*   *   *   *


Estévez no supo cómo reaccionar a tiempo ni como evitar aquello. Iraida había cogido una de las armas que estaban en el suelo y le había apuntado con una pistola para que se separase del otro. Antes de que la bala le alcanzara, Monroe se había interpuesto y le había alcanzado en el abdomen. Le sostenía como podía pero se le estaba escurriendo de las manos. El otro hombre era mucho más fuerte y alto que él y no podía soportar el peso del otro él solo. Rayner se asomó por la puerta en el momento que Iraida se agachaba para dejar la pistola en el suelo. Se acercó a él y le ayudó a sostener a Monroe.


—Estás aquí niñato...—Después de decir esas palabras el hombre empezó a toser y a soltar leves quejidos por el dolor.


—¿Qué es lo que ha pasado?—Dijo Rayner por lo bajo.


—¡Papá!—Gritó Iraida mientras se incorporaba y echaba a correr al lado de Monroe.—Papá yo no quería…


—Es la primera vez que me llamas...así.—Le costaba hablar.


—¡Y a partir de ahora te llamaré siempre así pero no te mueras! Solo me quedas tú, no puedes morirte...Tenemos que salvar a Joel, ¿recuerdas?—Decía ella entre sollozos. Le agarró la mano con fuerza y él le acarició la cara frente a las miradas de estupor de ambos chicos que aún se encontraban al lado de Monroe.


Después de unos segundos en silencio, reaccionaron y Estévez agarró a Iraida y le ató las manos a la espalda con una cuerda. La chica no se resistió. No paraba de sollozar y de mirar al hombre que estaba tendido en el suelo.


—Rayner, subela con los demás y que la vigilen, luego coge el maletín con la cruz roja y bajas enseguida. Tenemos que ayudar a Monroe.—Dijo Estévez.


—Pero…


—¡Haz lo que te digo!—Le gritó el otro. El chico agarró a la muchacha y la llevó a la furgoneta tal y como le había ordenado Estévez. Cuando la dejó en los asientos traseros, cogió el maletín y regresó corriendo hasta donde estaban los dos hombres.


—Aquí tienes.


Estévez rasgó la camiseta de Monroe y comenzó a presionar la herida con el trozo de tela que le había arrancado. Sacó gasas y más utensilios del maletín e intentó hacer un apaño para que el hombre soportara el viaje de vuelta.


—Está perdiendo mucha sangre… no se si vamos a llegar a la orden.—Dijo Rayner. En su voz se reflejaba la incertidumbre.

—No tenemos tiempo que perder. Ayúdame a llevarlo a la furgoneta, vamos.—Le ordenó.