Secretos
Rayner
No sabía cuánto tiempo llevaba inconsciente. Me dolía un poco la cabeza y tenía recuerdos confusos. Pero recordaba perfectamente la pelea que había tenido con Julen y de cómo le había tratado. Por una parte me dolía en el alma tratarle de ese modo, justo ahora que había dicho que si a lo de ser novios. Pero por otra parte...su silencio y sus mentiras se me habían clavado como cuchillos y no me sentía capaz de perdonarle. La vida se me había complicado tanto que no sabía que iba a ser de mí. Ya no tenía ganas de seguir con esta locura. El bolígrafo, Iraida, el disparo, la orden, mis padres, Joel, Julen…
Julen.
Te quiero.
Escuché esas palabras justo antes de desmayarme. O eso creía.
Alguien entró en la habitación y me sacó de mis pensamientos. Era una mujer que vestía con una bata blanca por encima de la ropa de calle. Tenía el pelo corto pero llevaba flequillo de color blanco. Solo iba maquillada con lápiz de ojos negro alrededor de unos ojos marrones, enmarcándolos. Era bastante guapa.
—¿Qué tal te encuentras?—Me preguntó esbozando una sonrisa.
—Me duele un poco la cabeza y me está empezando a doler la herida del disparo.
—No te preocupes. He venido a revisarte. Ya se estará pasando el efecto de la morfina.—Hizo una pausa mientras miraba un informe que había traído con ella.—Te hemos tenido que hacer una transfusión. Menos mal que teníamos preparada la sangre de Estévez. Es uno de los pocos donantes que tenemos con A+.
Moví la cabeza hacia un lado. ¿Qué tenían preparada la sangre de Estévez? ¿Donantes? Esta gente estaba preparada para este tipo de cosas. Les había subestimado.
—No tenías ni idea de lo que se cuece por aquí, ¿verdad?. No eres el primero que viene con una herida de bala. hemos tenido casos más graves. En nada estarás preparado para irte.—Dijo mientras escribía en el informe.
—¿Cuanto tiempo voy a tener que estar aquí?—le dije mientras me intentaba mover.
—No te muevas. aún estás muy débil.—Me agarró del hombro para que me volviera a echar.— Yo calculo que en una semana ya podrás levantarte. Pero aunque te puedas ir tendré que seguir haciéndote revisiones.
Después de hacer varias comprobaciones, se fue con una sonrisa más amplia que la que había tenido al entrar. Al menos era un consuelo y me estaba recuperando pero… eso era físicamente. Cerré los ojos y enseguida me quedé dormido.
Gara
—¡Estévez!—Le llamé mientras intentaba alcanzarle por aquel pasillo tan largo.—¿Cómo está Julen?
Él paró en seco y se giró.
—No está bien, Gara… y estoy empezando a preocuparme. Encima no hemos tenido noticias de la chica que amenazó a Rayner y le disparó. Parece que está esperando que se recupere y así le da tiempo a trazar un plan para robar el bolígrafo. Me parece todo tan raro...—Le miré fijamente. Su semblante era cansado. Tenía mala cara y no había estado cuidando su aspecto como antes. Tampoco solía ser una persona que hablara demasiado y mucho menos de expresar cómo se sentía o lo que estaba pensando.
—Según la doctora…
—Irene.—Me interrumpió.
—Según Irene, Rayner se está recuperando muy rápido. Ya puede levantarse de la cama aunque con dificultad. Y nos dijo que la herida no había sido tan grave. Pienso que Iraida sabía perfectamente donde tenía dispararle y tiene que estar planeando algo gordo para no haberse manifestado aún y darle tregua para recuperarse.—Le expliqué. haciéndole ver que pensábamos igual.
—Sí pero según nos contó Rayner, la pilló desprevenida y fue cuando ella le disparó. No creo que lo tuviese planeado.—Dijo Estévez mientras echaba a caminar por el pasillo. Iba en dirección a la habitación de Julen.
—Pero eso no quita para que ella sepa dónde disparar. Lo que no me cuadra es como que sabe manejar un arma, como reaccionar bajo presión, como ocultarse…¿Y como ha podido llevarse información de una orden? Se supone que tenéis defensa.—Me emocionaba el poder hablar todo aquello con él. Y según íbamos compartiendo nuestras teorías notaba cómo le brillaban los ojos.
—Eso nunca ha tenido sentido, tenemos una buena defensa y según Rayner esta chica no tiene más de veintitrés años. Sus padres estaban en la orden pero ella actuó por su cuenta siempre. Ni siquiera yo tendría tanta destreza al disparar. Ha necesitado mucho entrenamiento y que alguien le proporcionara el arma. Ya actúa como un agente de la orden de unos treinta o cuarenta años.—Se volvió a parar en seco, frente a la puerta del cuarto de Julen.—¡Ya lo tengo!
Me sobresaltó, pegué un bote y él abrió la puerta con la llave que llevaba.
—Hay un topo.—Dijo con seguridad. Confiaba plenamente en lo que estaba diciendo.
Le miré de reojo. Yo también había llegado a esa conclusión pero a Estévez se le veía mas confiado en esa teoría.
Entramos y nos fijamos como Julen estaba tumbado boca arriba en la cama. Nos acercamos a él y Estévez le agredió con un cojín. Sus movimientos habían sido tan rápidos que apenas nos habíamos dado cuenta de cuando había agarrado el cojín.
—Vamos Julen, tienes que comer bien de una vez.
—¡Olvídame!— Le soltó mientras le daba un manotazo.
—Julen, o vas por las buenas o por las malas. Tú decides.—Le amenazó Estévez.
Julen se levantó lanzándole una mirada que reflejaba su mal humor y nos dirigimos al comedor principal. Allí era donde comían casi todos los alumnos de la escuela cuando no les daba tiempo a llegar a casa.
Nos sentamos en una mesa para cuatro. Yo me encontraba al lado de Estévez y Julen estaba justo enfrente suya. No paraba de remover la comida con el tenedor.
—¿Quieres comer de una vez? Desde que llegamos apenas has probado bocado. El que va a tener que ir a la enfermería vas a ser tú.—Le aconsejó. Se le veía visiblemente preocupado.
Julen no levantó la vista del plato. Estaba como en otro mundo. Absorto en sus pensamientos.
—Ve a verle.—Soltó de repente. Eso hizo que Julen levantase la vista y la fíjase en Estévez.
—¿Te has vuelto loco? No quiere verme. Mi sola presencia le altera. No quiero que empeore por mi culpa.—Se excusó éste. Se llevó una mano a la frente y se apartó un poco el flequillo. Tenía el pelo alborotado. No salía apenas de esas cuatro paredes donde le habían dejado. Tenía los ojos rojos, posiblemente de haber estado llorando.
—Ve a verle, Julen. Está fuera de peligro y seguro que ha tenido tiempo para pensar. Si no quiere escucharte simplemente dejale todo claro. Hazte valer.—Iba diciendo Estévez mientras me cogía de la mano y me miraba de reojo. Entendí perfectamente lo que quería que hiciera.
Me levanté, agarré a Julen y me lo llevé hasta la puerta donde se encontraba Rayner. Le obligue a quedarse a mi lado mientras llamaba. La voz de Rayner se oyó al otro lado y pasamos.
Julen
Los nervios me recorrían todo el cuerpo. Estaba seguro que Rayner me iba a echar de allí a patadas aunque aun tenía una mínima esperanza. Me había enterado de que ya podía levantarse y le había estado esquivando lo máximo posible. No habíamos hablado desde la vez que me gritó que me fuese de su cuarto. De eso habían pasado como siete u ocho dias. Iraida me había quitado el cariño y la confianza de Rayner y se sentía traicionado, pero por otra parte me había hecho un favor. Ya no tenía secretos con él. Aunque aún faltaba algo que aclarar... Quería contarle todo pero no me había dejado explicarme. ¿Sería mi oportunidad o me volvería a echar de malos modos?
—¿Qué tal estás?—Le preguntó Gara, mientras se acercaba para besarle la frente. Él le dedicó una sonrisa de agradecimiento y clavó sus ojos en mi.
—¿Qué hace él aquí?—Quería salir corriendo de allí pero Gara me detuvo.
—Dale un momento. No te ha pedido que le perdones, solo que le escuches, Rayner.—Le dijo ella mientras me agarraba con una mano del brazo para que no me marchara y con la otra agarraba la de Rayner. Nos había acercado sin apenas darnos cuenta.
—¿Por qué debería?
Sus palabras cada vez me hacían más daño. Parecía no haber escuchado lo que le dije antes de traerle a la orden. ¿Es que eso no significaba nada para él? ¿No le iban a ablandar el corazón ni un poco?
—Porque te dije que te quería. Acepté estar contigo. Se supone que somos pareja. ¡Al menos escúchame!—Le solté. No podía más. Me dolía el pecho.
Me miró de arriba abajo. Aún se le notaba altivo conmigo pero decidió escucharme. Así que Gara se giró, me guiñó un ojo y se marchó. Cerrando la puerta.
—Di lo que tengas que decir y lárgate.—No sabía si iba a tener la paciencia de aguantar sus borderías. Pero al menos me dejaba explicarme. Le quería pero no le soportaba cuando se ponía así. Y tenía motivos pero había tenido tiempo de reflexionar.
Me acerqué a él y me senté en la silla que se encontraba al lado de su cama. Intenté agarrar su mano pero la apartó. Era mejor no seguir forzando las cosas.
—Fui yo quien les dijo que fueran a por Joel. Pero enseguida les dije que pararan. No podía soportarlo incluso después de lo que había pasado entre nosotros. Les dije que pararan pero…
Rayner no decía nada. Se mantenía callado, escuchándome pero mirando a la pared. Cuando reaccionó noté un fuerte dolor en mi mejilla derecha. Me había lanzado un bofetón. No parpadeé apenas y me llevé la mano a la cara.
—¿Quien te creías para hacerle eso? ¡Se suicidó por tu culpa!—Se incorporó, se levantó y me agarró de la camiseta para levantarme a mi también.—¡Como quieres que lo entienda!
No pude más y me eché a llorar. Las lágrimas caían por mis mejillas. Estaba recordando todo...Me quemaba solo el recuerdo de Joel. Sus labios buscando mi cuello, sus dedos rozando mi piel, todo lo que vino después, el bofetón, la sangre… la humillación. Rayner me empujó contra la pared y se apoyó con la mano en ella, con la otra seguía agarrando el cuello de mi camiseta.
—¡Me violó, Rayner!—Hice una pausa para poder continuar—¡Joel me violó!—Le grité. Por fin, por fin se lo había contado. Por fin había dicho esas palabras en alto pero... sentí la misma sensación de repulsión que el mismo día que pasó todo. No pude seguir mirando a Rayner a los ojos, desvié la mirada. No paraba de temblar.
—¿Qué…? —Consiguió decir. Observé como su mano se soltaba de mi camiseta y la apoyaba en la pared.
Estuvimos unos segundos en silencio. Poniendo en orden nuestros pensamientos. Era muy duro volver a recordar lo que me pasó.
—¿Cuándo? —Me dijo, su voz sonaba firme.
—Al par de meses de conocernos tú y yo. Fui a su casa a explicarle que había conocido a alguien…
—No tienes que contármelo todo.— Me susurró al oído. Pero yo quise continuar. Le coloqué los dedos en sus labios para que callara. Se acabaron los secretos entre nosotros dos. Quería empezar de cero.
—No estábamos saliendo. Solo nos besábamos de vez en cuando. El me confesó que amaba a otra persona que no le iba a corresponder nunca. Nos utilizamos. Pero me estaba enamorando de tí. Se lo dije y al enterarse que eras tú se alteró. Todo hubiera quedado en simples palabras si...si yo no le hubiese dicho aquello.— Agarré la camiseta de Rayner con las dos manos y miré al suelo.—Me dijo que no eras como nosotros pero yo sabía que teníamos algo especial y le insinué que a lo mejor tu no te habías dado cuenta de su amor por ti porque quien te gustaba era yo. Y...desquitó su frustración conmigo.
—Le rompiste la nariz.
—¿Como sabes…?—Me pilló de improvisto. Aunque no era fácil ocultar eso a nadie. Era lógico que lo supiera.
—El me dijo que os habíais pegado. Estuvimos una semana sin vernos. Veías a tus amigos pero no quedabas conmigo y esa fue una de las cosas que me hicieron darme cuenta que te quería. Estuve muy preocupado. Creí que por culpa de Joel ya no ibas a querer verme. Pero lo de tu cumpleaños…
—Le rompí la nariz porque pensar en ti me dio fuerzas para soportarlo. Gracias a eso pude escapar y no terminó lo que había empezado.
—Cállate. No quiero saber mas, por favor...—Tras ese comentario noté como sus lágrimas caían en mis manos. Nunca había visto llorar a Rayner. Nunca. Fue la primera vez que le vi así tan vulnerable. Tan roto por dentro.
—No voy a permitir que nadie te vuelva a hacer daño. ¿Me oyes?—Me susurró mientras me rodeaba con los brazos y me apretaba contra su cuerpo.—Si alguien se atreve a hacerte daño te juro que voy a arrancarles las entrañas.
Sus palabras me inquietaban, sabía de lo que era capaz pero a la vez me reconfortaron. Creía que teníamos complicidad pero después de aquello era mucho más que eso. Habíamos abierto nuestro corazón, sin secretos ni mentiras.